EL JARRO DE PANDORA
Lorenzo, el Guerrero |
Bajo el abrigo de majestuosos árboles, en un claro iluminado por los rayos del sol que se filtraban a través de las hojas, Lorenzo y su padre practicaban lucha con sus espadas. El césped fresco y húmedo bajo sus pies les proporcionaba un terreno suave, mientras que la melodía de los pájaros y el susurro del viento en las copas de los árboles servían como banda sonora para su danza de fortaleza y habilidad.
El padre de Lorenzo, un hombre de fuerte constitución y ojos agudos como un halcón, observaba cada uno de los movimientos de su hijo con orgullo y atención. Cada puño que Lorenzo lanzaba, cada paso que daba, era un testimonio de su crecimiento y aprendizaje.
El aire se llenaba con el sonido de sus cuerpos en movimiento, el jadeo de su aliento y las risas espontáneas. Lorenzo, aún un niño pero con mucho potencial, trataba de imitar cada movimiento de su padre, sus pequeños puños golpeaban el aire mientras sus pies danzaban en la hierba.
–Aguanta tu postura, Lorenzo –aconsejó su padre con su voz ronca pero cariñosa– mantén el equilibrio y recuerda, la fuerza no lo es todo. Necesitas estrategia, necesitas anticiparte a los movimientos de tu adversario.
El consejo resonaba en el aire mientras Lorenzo asentía, su mirada concentrada en el hombre frente a él. Aunque sus cuerpos estaban cansados y sus ropas empapadas de sudor, la alegría de compartir aquel momento unía a padre e hijo en una danza que era más que una simple lucha, era una lección de vida, de perseverancia y coraje.
Thorgal, Padre de Lorenzo |
En el segundo intercambio, el padre de Lorenzo tomó la ventaja. Con una serie de movimientos rápidos y precisos, desvió el ataque de Lorenzo y contraatacó, tocando suavemente su pecho con la punta de su espada.
–Si hubieras sido un enemigo, habrías caído –le dijo a Lorenzo, su voz llena de una advertencia amigable pero seria. Lorenzo asintió, reconociendo la lección.
El último intercambio, sin embargo, fue el revés de la moneda. Lorenzo, habiendo aprendido de su error anterior, cambió su estrategia. En lugar de apuntar a las defensas altas de su padre, se centró en las bajas. Con un rápido movimiento, apuntó a las piernas de su padre. Tomado por sorpresa, su padre retrocedió, reconociendo la táctica exitosa de su hijo.
Ambos rieron al final, el claro del bosque resonando con su alegría compartida. Lorenzo, a pesar de su juventud, demostraba ser un digno oponente, y su padre no podía estar más orgulloso. La lección de ese día fue clara: en cada derrota hay una lección que aprender, y cada victoria es una oportunidad para mejorar.
Midira, la Sanadora |
Mientras paseaba por el bosque, Midira, una niña fauno de cabello cobrizo y ojos llenos de asombro, descubrió un ave herida. Su plumaje, que alguna vez fue brillante y colorido, ahora estaba manchado y enredado. El pajarillo, a pesar de su sufrimiento, trataba de batir sus alas, luchando valientemente por ponerse de pie.
A su lado, Nova, su fiel compañero, un encantadora "criatura hoja" con la capacidad de hablar en un idioma que solo entendía Midira, observaba la escena con preocupación. Nova era pequeño, su cuerpo parecía estar hecho de hojas verdes, su piel asemejaba la textura del musgo fresco y sus ojos, dos perlas negras, brillaban con inteligencia.
–Oh, Midira, –dijo Nova con voz tierna– Este pajarillo está herido. Debemos hacer algo para ayudarlo.
Midira asintió –Estoy de acuerdo, Nova. Pero, ¿qué podemos hacer?
–Podríamos llevarlo a casa y cuidarlo hasta que se recupere – propuso Nova, saltando de un pie al otro.– Sé que podemos hacerlo.
Nova, Criatura hoja de Midira |
–Cerraremos estas heridas, pequeño amigo. –Susurró Midira con voz suave y segura– Te devolveremos al cielo donde perteneces.
Sus palmas comenzaron a brillar con una luz suave y verde, y la niña cerró los ojos, concentrándose. La luz fluyó de sus manos, envolviendo al pájaro en un halo brillante. Era la magia de Midira, una habilidad que había descubierto no hace mucho tiempo pero que ya había aprendido a usar para ayudar a los seres vivos.
El aura brillante rodeó al pájaro, y por un momento, el bosque quedó en silencio. Luego, tan suavemente como había comenzado, la luz comenzó a desvanecerse, y con ella, las heridas del pájaro.
Cuando Midira abrió los ojos, el ave había recobrado su antiguo esplendor. Sus plumas volvieron a ser brillantes y suaves, y el pájaro se puso de pie, lanzando un trino de agradecimiento a su salvadora.
Nova saltó de alegría, su pequeño cuerpo de hojas temblaba de emoción.
–¡Lo hiciste, Midira! ¡Lo hiciste!
El pajarillo batió sus alas y voló hacia la copa de los árboles, su canto alegre llenó el aire. Midira y Nova, sonriendo, observaron cómo su nuevo amigo se perdía entre las nubes.
Drake, el Pícaro |
¡Al ladrón!
Drake era un chico gato valiente y ágil, con una afición particular por la escalada. Siempre se sentía más en casa entre las copas de los árboles que en el suelo. Sus manos fuertes y callosas demostraban años de experiencia trepando, mientras que su equilibrio impecable le permitía moverse con destreza y rapidez entre las ramas más altas.
Un día, mientras estaba encaramado en su árbol favorito, notó algo inusual. Desde su posición privilegiada, pudo ver a un hombre misterioso merodeando por las cercanías de la aldea. Vestía ropas oscuras y llevaba una capucha que cubría la mayor parte de su rostro, lo que provocó que una alarma sonara en la mente de Drake.
Se agazapó en la rama, ocultándose entre las hojas mientras observaba al sospechoso. El hombre se movía con cautela, escondiéndose en las sombras y mirando repetidamente sobre su hombro. Drake observó cómo el hombre se deslizaba hacia una de las casas de la aldea, antes de forzar la puerta y desaparecer en su interior.
–Un ladrón –murmuró Drake, su rostro adquiriendo una expresión de seriedad. Sabía que tenía que actuar. Con la misma agilidad y rapidez que le permitía moverse entre las ramas, Drake descendió del árbol y corrió hacia la aldea, listo para enfrentarse a la amenaza y proteger su hogar.
Drake, ágil y silencioso como una sombra, se aproximó con cautela a la ventana por la que había observado al intruso deslizarse hacia adentro. Desde su posición, pudo ver cómo el maleante saqueaba con avidez los bienes de la casa, introduciéndolos en un descomunal saco que cargaba a cuestas.
Con un corazón valiente y seguridad en sus ojos felinos, Drake tomó la iniciativa. Saltó por la ventana, aterrizando suavemente dentro de la casa, cogiendo por sorpresa al ladrón.
–Abandona este lugar y deja lo que has robado –ordenó Drake con sus dagas centelleando amenazantes en sus manos. El ladrón estalló en una carcajada burlona, subestimando al chico gato que osaba enfrentársele.
–Escucha, gatito –déjame proseguir con mi trabajo o vamos a tener problemas –contraatacó el ladrón, blandiendo su cuchillo amenazadoramente.
Pero Drake no se dejó amedrentar. Con una precisión felina, lanzó una de sus dagas, clavándola con tal certeza que ancló el saco del ladrón a la pared de la casa, arrancándolo de sus manos.
El ladrón, consternado por el destello de habilidad del joven, y viendo que todavía empuñaba una daga, retrocedió apresuradamente hacia la puerta y huyó a toda prisa. Drake lo persiguió, pero no pudo alcanzarlo; el ladrón simplemente se esfumó entre los árboles del bosque.
A pesar de sus
escasos 13 años, Drake había logrado espantar a un ladrón. Gracias a su
valentía, los vecinos podían dormir tranquilos sabiendo que sus hogares estaban
protegidos.
Ankari, la Exploradora |
Ankani, una joven elfa intrépida y valiente, se adentraba frecuentemente en el corazón del bosque para practicar con su arco y flechas. Vestida con ropas de cuero resistente y con su cabello trenzado y recogido en un moño alto, se movía con una gracia natural a través de la espesura del bosque, como una sombra danzante entre los árboles.
Eros, su cachorro de lobo de espeso pelaje, se encontraba acurrucado bajo la dulce calidez del sol, sumergido en un sueño pacífico mientras su dueña se adentraba en el arte del tiro con arco. Su respiración acompasada y suaves ronquidos creaban una melodía reconfortante que contrastaba con el tenso silencio que envolvía la práctica de su dueña.
El arco de Ankani no era un objeto común, estaba tallado en madera de roble antiguo y adornado con intrincados grabados de naturaleza y animales. Las flechas, hechas con precisión, tenían puntas de obsidiana afiladas como cuchillas.
En un claro del bosque Ankani comenzó su práctica. Vio una manzana en una rama lejana y se alejó varios pasos. Respiró profundamente, centrando su atención en su objetivo. Podía oír el suave susurro del viento entre las hojas, el distante canto de los pájaros. Todo se volvía insignificante mientras enfocaba su mente en la manzana.
Eros, mascota de Ankari |
La flecha voló con velocidad, cortando el aire antes de clavarse en la manzana con un sonido sordo. Ankani no celebró. Para ella, cada disparo era un paso más en su camino hacia la perfección. Recogió su arco mientras su lobito Eros se dirigió rápidamente a recuperar la flecha, mientras Ankani estaba lista para la siguiente ronda de práctica, su espíritu indomable siempre buscando superarse.
Lyra, la Maga |
Lyra, una niña ciervo de cabellos dorados y ojos llenos de bondad, tenía un don particular para entender a los animales. Este talento, combinado con su afinidad por la magia, la hacía una ayudante invaluable para su madre en la granja.
Esta mañana, estaba ayudando a su madre a cuidar de los animales de la granja, que incluían gallinas, vacas, ovejas y su amigo especial que solía venir del bosque para que Lyra le diese de comer, un joven ciervo común de astas doradas, ojos inteligentes y un pelaje de color miel que brillaba con luz propia bajo el sol.
Lyra caminaba con paso ligero y seguro, y los animales la seguían con ojos llenos de confianza y cariño. Mientras su madre se ocupaba de los trabajos más pesados, Lyra se encargaba de las tareas más delicadas y complejas, gracias a su conexión con los animales y su magia.
Las gallinas cacareaban contentas cuando Lyra se acercaba para recoger los huevos, y las ovejas se acercaban a ella para que les cepillara el pelaje. Las vacas se relajaban bajo sus suaves caricias mientras ella hablaba con ellos.
Aunque todavía era pequeña, Lyra había dominado un conjuro que le permitía hablar con los animales. Lo utilizaba para calmar a los animales nerviosos, resolver pequeños desacuerdos entre ellos y asegurarse de que todos se sentían cuidados y amados.
Eldara, Madre de Lyra |
Rápidamente, su madre acudió en su ayuda, sacándola del amontonado grano de gallina con una mirada de reproche en sus ojos.
–Lyra, ¿Has vuelto a recurrir a la magia para alimentar a las gallinas? – interrogó su madre, mirándola de soslayo. – ¿Acaso no puedes realizar la tarea con tus propias manos, como cualquier persona común lo haría?
–Mamá, sabes que no soy exactamente "cualquier persona común" –respondió Lyra con una sonrisa traviesa, desencadenando una risa contagiosa entre ambas.
Cuando terminó su trabajo con los animales, se unió a su madre en la casa de la granja. Aunque estaba un poco cansada, su rostro resplandecía de felicidad. Ayudar a su madre y cuidar de los animales no era sólo un deber, sino también un verdadero placer, una manifestación de su amor por todas las criaturas vivas y su deseo de vivir en armonía con la naturaleza.
Pandora |
Esa tarde, Pandora tenía la tarea de cuidar a su adorable hermano de 5 años, Tommy. Con 13 años de edad, Pandora soñaba con algo más que pasar la tarde en casa. Ansiaba explorar el mundo más allá de la aldea con sus compañeros de aventuras. Así que propuso un plan a su círculo más cercano de amigos:
–Después de la comida, nos encontraremos en la puerta norte. Vamos a explorar las ruinas del viejo castillo –sugirió con un brillo de entusiasmo en sus ojos, a cada uno de sus amigos.
Sus fieles compañeros de travesías, Lorenzo, Midira, Drake, Ankani y Lyra, aceptaron la invitación para embarcarse en la aventura con Pandora y el pequeño Tommy.
Lorenzo, consciente de su papel de luchador y pensador, llevó su fiel espada y, además, papel y pluma. Nunca se sabe cuándo será necesario tomar notas de un descubrimiento importante.
Midira, la sanadora, por su parte, preparó su equipo de exploración. Cargó a su mascota parlante, Nova, en su hombro, y no olvidó una resistente cuerda, que siempre puede ser útil, y una cantimplora llena de agua fresca para mantenerse hidratada en su expedición.
Drake, el astuto y ágil pícaro, se aseguró de llevar sus dagas afiladas, las mismas que le habían sido tan útiles en su encuentro con el ladrón esa misma mañana.
Ankani, la encantadora y audaz exploradora, no se olvidó de su compañero fiel, su cachorro de lobo Eros. El pequeño Eros siempre estaba dispuesto a acompañarla en cada aventura.
Lyra, la maga de buen corazón, se encargó del sustento de todo el grupo. Había preparado una merienda especial con la ayuda de su madre, llena de sabores caseros y con todo el cariño del mundo.
Tommy, hermano de Pandora |
El grupo de siete niños se congregó puntualmente en la puerta norte de la aldea, tal como Pandora había propuesto. Desafiando las advertencias de sus padres, iniciaron su aventura hacia las enigmáticas ruinas del viejo castillo.
La alegría y la expectativa llenaron el aire cuando se encontraron y emprendieron el sendero que conducía al antiguo castillo. El pequeño Tommy, inocente y juguetón, no dejaba de corretear junto a Eros, lo que añadía un toque de dulzura a su expedición.
Durante el camino, Ankani compartió su hazaña matutina de haber acertado con una flecha a una manzana situada en una rama muy alta. Midira habló de cómo había usado su magia para curar a un pájaro herido. Lorenzo, entre risas, narró cómo había derrotado a su padre en un duelo amistoso de espadas.
Cuando preguntaron a Lyra sobre su mañana, ella evitó entrar en detalles. Midira, al notar algunos granos en su cabello, no pudo evitar preguntarle y Lyra admitió que era alimento de gallina. La confesión provocó risas entre ambas.
Drake, en cambio, parecía más reservado y pensativo de lo habitual. A pesar de las insistentes preguntas de Lorenzo, se mostraba reacio a compartir su mañana. Pero Lyra, intuitiva como siempre, notó que algo no cuadraba y lo dijo en voz alta. A la pregunta de Ankani sobre qué ocurría, Drake respondió con un toque de humor, sin intención de compartir su historia.
Lorenzo, algo molesto, insistió en que Drake debería confiar en ellos. Pero fue Pandora, con su tono sereno y persuasivo, quien convenció a Drake de compartir su experiencia, sugiriendo que podrían ayudarle o, al menos, necesitar saber si era algo preocupante.
Drake finalmente reveló su encuentro con el ladrón. Las preguntas comenzaron a llover sobre él, pero a Drake le costaba recordar detalles concretos. Solo recordaba que el hombre estaba encapuchado. Midira, en un intento de aligerar el ambiente, bromeó diciendo que el ladrón podría haber sido Lorenzo con zancos.
La discusión continuó, y aunque Drake no recordaba cuál era la casa robada, Ankani dedujo que debía estar cerca del bosque, ya que Drake la había observado desde un árbol. Finalmente, Drake admitió que, a pesar de su valiente persecución, no había logrado atrapar al ladrón.
El hecho de que Drake no recordara nada más irritó a Lorenzo, quien preguntó irónicamente si Drake al menos recordaba qué había comido ese día. Drake respondió con una sonrisa juguetona, "pan".
Villa de Narán |
Las Ruinas |
En un día ordinario bañado por el sol veraniego, Pandora, una niña de espíritu intrépido, su hermano risueño y sus leales amigos se adentraron en un mundo de imaginación. Su escenario, las misteriosas y olvidadas ruinas de un castillo en las afueras de la encantadora villa de Narán.
El castillo, pese a su deterioro, emergía orgulloso y desafiante, sus muros y torres semiderruidas contaban historias antiguas. A través de las aberturas, ofrecía panorámicas asombrosas del entorno: bosques verdes, el cielo azul y la distante villa de Narán.
A pesar del abandono, el castillo desprendía un encanto salvaje, su patio interior lleno de escombros y su gran sala desmoronada guardaban la huella de una magnificencia pasada, perceptible solo por los ojos jóvenes y aventureros.
El castillo, un laberinto de oscuros corredores y estancias ocultas, era un lugar ideal para la exploración y el descubrimiento. Cada esquina guardaba misterios, cada paso desvelaba más de su olvidada historia.
Estos jóvenes, vestidos con la armadura de su inocencia y espadas de madera, convertían las ruinas derruidas y enredadas en hiedra del añejo castillo en su reino de fantasía. La imaginación de los niños cobraba vida, entre los caídos muros desgastados y las torres, poblándolos de caballeros audaces, doncellas en apuros y dragones feroces.
En la primera ronda de combate con espadas de madera, Lorenzo y Midira ofrecieron un emocionante duelo que culminó en empate. Sin embargo, en el encuentro siguiente, el diestro Lorenzo demostró su habilidad y se alzó con la victoria. En otro lugar, Pandora se midió a Drake, pero la victoria fue decididamente para el valiente chico gato, que superó a Pandora por un amplio margen.
El enfrentamiento entre Ankani y Lyra fue una batalla reñida. Ambas quedaron empatadas en los primeros compases del juego. Sin embargo, en el último momento, Ankani se adelantó y logró ganar a la maga, provocando que Lyra perdiera el equilibrio. Desafortunadamente, la joven ciervo tropezó y se rasguñó la rodilla, una pequeña herida que, aunque insignificante, le dolió y manchó su piel con unas pocas gotas de sangre. Aunque el daño fue leve, la risa se desvaneció del rostro de Lyra al sentir el dolor.
Ankani se preocupó de Lyra que aseguró estar bien. Rápidamente Midira, la sanadora del grupo, acudió a Lyra. Con su don de curación y su tacto cálido, su magia fluyó y Lyra pudo sentir cómo la herida en su rodilla se cerraba lentamente, dejando su piel sin rastro alguno del accidente. La risa volvió al rostro de Lyra, y los juegos pudieron continuar.
Jarro Antiguo |
Mientras jugaban, las manos inquietas de Pandora se toparon con un hallazgo singular: un jarro antiguo y misterioso. El recipiente de cerámica estaba sellado con un viejo lienzo de tela, empapado en una capa gruesa de cera que daba testimonio de su antigüedad.
Pandora, poseedora de un espíritu intrépido y una curiosidad insaciable, y alentada por todos sus amigos, no pudo resistir el impulso de explorar el enigma que ahora sostenía en sus manos, a pesar de las advertencias cautelosas de su hermano, al que el jarrón le daba miedo. Con un estremecimiento de anticipación, desafió el sello de cera y levantó la tapa del tarro.
Nada más hacerlo, del oscuro abismo del recipiente se desprendió una niebla sobrenatural. Se trató de un vapor siniestro que se desplegó como serpenteando, extendiéndose por el suelo de piedra a su alrededor, como si estuviera viva. La niebla, que parecía bailar con una voluntad propia, llenó el ambiente de un inquietante temor.
El corazón de Pandora palpitaba con un miedo arrepentido, sus amigos y su hermano compartían su consternación. Pandora agarró la mano de su hermano con fuerza. Sin más preámbulos, y con el temor clavado en sus pequeños corazones, los dos niños se lanzaron en una carrera frenética de vuelta al pueblo, abandonando el jarro y su extraño contenido y a sus amigos a la merced del olvido y el silencio del antiguo castillo.
La respuesta de
Pandora no solo era impulsada por el miedo, sino también por un sentido
profundo de responsabilidad para proteger a su hermano menor.
De la oscuridad
El lugar se volvió oscuro y tétrico, y de la niebla aparecieron unos ojos rojos brillantes, que miraban a los niños y los asustaban. Todos sentían que habían entrado en un lugar prohibido, lleno de secretos antiguos del viejo castillo. Y de pronto, una pequeña figura surgió de la niebla. No era grande, pero parecía muy amenazante. Los amigos de Pandora se quedaron paralizados por el miedo al ver el escalofriante espectáculo.
En medio de la niebla, apareció una gárgola de piedra. Era una mezcla rara de humano y bestia, con alas desgastadas y garras de granito que parecían listas para atacar. Su rostro de piedra tenía ojos rojos brillantes que parecían arder, mirando a los niños con curiosidad y desdén. Aunque estaba hecha de piedra, la gárgola parecía estar viva y llena de energía peligrosa. Los niños se quedaron estupefactos, sintiendo como si el viejo castillo hubiera despertado a uno de sus terroríficos guardianes de piedra de una oscura leyenda.
–¡Ahora pagaréis las consecuencias! – rugió la gárgola a los niños con un tono amenazante.
La Gárgola |
Aunque aterrados por la aparición de la gárgola, los cinco jóvenes comprendieron que debían enfrentar la amenaza. Movidos por una combinación de miedo y coraje, hicieron frente unidos al aterrador ser de piedra.
Drake, tomando la iniciativa, desafió a la gárgola preguntando si estaba viva. Su respuesta, un escalofriante rugido, hizo que la espalda de Drake se erizara, demostrando el alcance de su temor.
Lyra, en un valiente intento, quiso utilizar su magia para atacar a la gárgola con telequinesis. Pero la criatura resultó ser demasiado resistente y pesada para su habilidad.
Ankani, nerviosa, solicitó una cuerda a Midira, quien decidió tomar una postura aún más audaz. La niña fauno embistió a la gárgola, pero su patada solo generó un estruendo, evidenciando la impenetrable naturaleza de la criatura.
Lorenzo, buscando una salida pacífica, intentó razonar con la gárgola. Sin embargo, la bestia parecía más interesada en lastimar a los niños, desplegando una ira inexplicada.
A pesar de su furia, la gárgola se encontró paralizada ante el constante ataque de proyectiles. Cada golpe y piedra lanzada parecía debilitarla, y sus ojos rojos titilaban, como una vela que lucha contra el viento.
En un arrebato, la gárgola golpeó a Midira, arrojándola al suelo y dejándola aturdida. Drake, sin sus puñales, le propinó un zarpazo en el pecho que rasgó la piedra y la dejó desprendiendo un humo negro.
Fue entonces cuando Lyra, la mágica niña ciervo, concentró sus poderes y hechizó a la gárgola, dejándola dócil y sin voluntad de atacar. En su estado de sumisión, Lyra le preguntó:
–¿Qué es lo que quieres?
–¡Tu sangre! –amenazó la gárgola, pero sin atacar. Bajo el hechizo de Lyra, la criatura se encontraba doblegada, obligada a acatar sus órdenes durante los siguientes minutos.
Aprovechando el estado debilitado de la gárgola, Ankani lanzó dos flechas de fuego mágicas que surgieron de sus dedos. Impactaron en los hombros de la criatura, rompiendo la piedra que se disolvió en humo negro.
Lorenzo, tirando su espada de madera, y desenfundando la de verdad, realizó un tajo certero, cercenando la mano de la gárgola que también se desvaneció en una nube oscura.
Los niños, habiendo tomado control de la situación, interrogaron a la gárgola. La criatura, confundida, no pudo recordar mucho. Solo habló de la eterna oscuridad, de ser una pesadilla y de un antiguo señor oscuro, probablemente un viejo habitante del castillo en ruinas.
Eros, el cachorro de lobo, gruñó con rabia a la gárgola mientras resguardaba a Ankani.
Mientras tanto, Drake lanzó dos dagas, hiriendo gravemente a la ya indefensa gárgola. Una daga se le clavó en el cuello y la otra en un pie.
Con el hechizo de Lyra a punto de desvanecerse, la maga preguntó rápidamente:
–¿Cuál es tu punto débil?
El monstruo incapaz de mentir debido al encantamiento de Lyra, señaló su propia cabeza. Sin perder tiempo Lorenzo cortó de cuajo la cabeza de piedra de la criatura. Al instante el cuerpo de la gárgola se desintegró en humo negro que fue absorbido por el jarrón. La amenaza se había convertido en nada más que una sombra desvanecida.
Los niños, exhaustos pero victoriosos, observaron con asombro cómo la amenaza se desvanecía, devolviendo la quietud a las ruinas.
La calma había vuelto y la noche había empezado a caer. Discutieron qué hacer con el jarrón. ¿Destruirlo? Al final, optaron por enterrarlo en las mismas ruinas donde lo habían encontrado.
Drake y Eros unieron fuerzas para cavar un hoyo suficientemente profundo y rápidamente enterraron el jarrón.
Con el corazón aún palpitante y en silencio, habían regresado a su aldea, marcados por la aventura que acababan de vivir.
Villa de Narán |
A partir de aquel inusual día, el curso normal de la vida en la región dio un giro inesperado. Empezaron a suceder eventos peculiares, tan misteriosos como alarmantes. Al amanecer del día siguiente, una inquietante quietud cubrió la villa de Narán. Todos los adultos del pueblo habían desaparecido sin dejar rastro, como si la tierra se los hubiera tragado durante la noche. Los niños, de repente huérfanos de supervisión y guía, tuvieron que aprender a valerse por sí mismos en medio del asombro y la incertidumbre. Las risas y juegos se vieron reemplazados por la resolución y el coraje, mientras se preguntaban qué extraña fuerza podría haber causado tal desaparición.
En segundo lugar, la apacible naturaleza alrededor de Narán comenzó a alterarse. La fauna del bosque, antes amigable y familiar, cambió de manera alarmante. Los ciervos, conejos y ardillas que una vez se paseaban sin temor se volvieron salvajes y agresivos, con ojos brillantes y actitudes amenazadoras. Pero eso no era todo. Nuevas criaturas, como salidas de las historias que los abuelos contaban al calor de la chimenea, comenzaron a aparecer. Extraños seres de formas y tamaños diversos, cubiertos de escamas, plumas, y pieles de colores desconocidos, acechaban en la densidad del bosque y deambulaban por los caminos y campos.
De repente, el mundo
que los niños conocían se transformó en un escenario extraño y peligroso, donde
cada sombra podía albergar una amenaza y cada sonido nocturno parecía el
aullido de un monstruo desconocido. Y en medio de todo, estaban ellos, los jóvenes de Narán, convirtiéndose en pequeños héroes en un mundo que parecía haber
perdido el rumbo.
Esperanza
Sin embargo, en medio de la oscura adversidad, había un rayo de esperanza. Decididos a desentrañar el misterio que ahora envolvía a su pueblo, nuestros protagonistas, liderados por Pandora, decidieron regresar al lugar donde se había descubierto el misterioso jarro. Este objeto, la clave de los eventos sobrenaturales que habían trastocado su mundo, todavía guardaba un secreto en su interior.
Al desenterrar y recoger el jarro, sintieron un zumbido suave, como un susurro de viento atrapado dentro. Lo volcaron y algo, o más bien alguien, permanecía en su interior: un hada de luz y color, con alas que parecían hechas de polvo de estrellas y ojos llenos de sabiduría ancestral. El hada emergió del jarro, sus alas dejando un rastro de brillo en el aire.
El Hada de la Esperanza |
Vestía con un traje azul claro de seda que parecía moverse con el viento. Pero lo más impresionante eran sus alas, coloridas como un pedazo del cielo estrellado. Cuando las abría, se desprendía un polvo que flotaba en el aire y daba sensación de paz. Se movía con gracia y elegancia, y su voz era como una melodía tranquila que transmitía esperanza y coraje a quienes la escuchaban.
El Hada extendió sus luminosos dedos hacia cada niño y tocó su frente delicadamente. Una reconfortante calidez se extendió desde su cabeza, recorriendo sus cuerpos, llenándolos de una fuerza renovada.
–Gracias por liberarme. No temáis, valientes corazones. –dijo el Hada con su dulce voz que recordaba el murmullo de las hojas danzando en una brisa suave. Sus palabras parecían flotar en el aire, calmando sus jóvenes corazones temblorosos.
–Soy el Hada de la Esperanza y siempre estaré aquí para guiaros en vuestra lucha contra las fuerzas desconocidas que amenazan vuestro hogar. Recordad, cada uno de vosotros es fuerte, cada uno de vosotros es valiente. Juntos, podréis superar cualquier desafío que se os presente.
Las palabras del Hada infundieron a los niños un gran valor. Pandora miró con decisión al Hada de la Esperanza y afirmó:
–No dejaremos que nuestro hogar caiga. Nos enfrentaremos al desafío.
–¿Podremos rescatar a nuestros padres? –preguntó Midira, con sus ojos nublados por las lágrimas.
–Indudablemente, joven sanadora. –Respondió el hada dulcemente, limpiándole las lágrimas con suavidad– Yo os brindaré la esperanza necesaria para lograrlo.
–¿Por qué no viniste a ayudarnos antes? –exigió Ankani, su voz teñida de reproche.
–Estaba atrapada, confinada dentro del jarrón. Esperaba a que me necesitarais, y vuestra esperanza me ha liberado para poder asistiros. –Explicó el hada, su mirada llenaba de ternura a la joven elfa exploradora.
Las palabras del Hada dejaron sin voz a los jóvenes, y con un parpadeo, se desvaneció entre las nubes. El miedo se había disipado, reemplazado por un tremendo valor, con la promesa del Hada de la Esperanza en sus corazones.
Los cinco jóvenes sabían que a partir de este momento les esperaban emocionantes aventuras y estaban listos para afrontar los peligros que habían de venir.